Proyecto Umbra
Estigma
de dragón
Prólogo
El muchacho
resopló, cansado y sudando a mares. No sabía cuanto tiempo llevaban caminando,
ni entendía por qué la noche no transcurría con normalidad y dejaba paso al
día. La luna permanecía colgada en la bóveda celeste, terca, sin moverse ni un
ápice de su altiva posición.
-Ulrick,
por tu madre, deberíamos pararnos a descansar.
-Solo
un poco más, Morn. Estamos a punto de llegar… lo sé.
Morn
negó con la cabeza. Su compañero le daba la espalda, avanzando infatigable,
pareciendo más que cada paso le hiciera ganar energía, no perderla. Siguió
caminando, tratando de alcanzarle.
-Sé
razonable, por lo que más quieras. Estamos persiguiendo una quimera, incluso si
existe nos podría tomar días… o meses… ¡o años! –Por enésima vez Morn se
cuestionó seriamente lo que le llevó a aceptar tan loco viaje.- En serio,
Ulrick, necesito…
Estuvo
a punto de chocar contra su compañero, ahora quieto como una estatua y sordo
como tal. Morn le dirigió una mirada de extrañeza antes de apartar unos
arbustos que le impedían contemplar lo que a Ulrick había dejado de piedra.
Abrió
tanto la boca que la mandíbula no se le desencajó de puro milagro.
Ante
ellos se desplegaba un vacío inmenso, una extensa oscuridad plagada de luces,
en el cual flotaban islotes desperdigados perezosamente en aquella inmensidad.
Ellos mismos parecían estar en uno de estos islotes, y se dieron cuenta de que
todos estaban interconectados con ramas, gruesas y nudosas que confluían en un…
-¡Ahí,
ahí!- Empezó a señalar Ulrick mientras tironeaba de la manga de Morn.- ¡Míralo,
está ahí!
-¡No
puede ser! ¡Es imposible, no existe!
-¡Vamos,
corre!
-¡Ulrick,
que te matas!- Morn salió disparado tras Ulrick que, sin pensárselo dos veces,
se abalanzaba sobre una de las ramas con la avidez de un depredador que lleva
mucho tiempo sin catar presa… y por ello sin fijarse bien por dónde ponía los
pies.
Por
suerte para ellos las ramas eran muy grandes y, aunque no sin alguna
dificultad, consiguieron llegar al epicentro de las mismas. Tardaron bastante,
más incluso de lo que habían calculado a simple vista, pero esta vez ni el
cansancio les detuvo, y ni siquiera Morn protestó en ningún momento. Después de
tanto tiempo de arduo trabajo habían conseguido lo imposible. Aquello les daba
unas fuerzas renovadas que no desaparecerían hasta alcanzar el tan ansiado
destino.
La
parte más ardua fue, sin duda, deslizarse entre las ramas para alcanzar el
tronco principal. El suelo estaba increíblemente abajo y las ramas y el tronco
eran tan enormes que tenían que agarrarse de los asideros que formaba la
madera, lo que al tacto de un árbol normal resultaba rugoso, en aquel formaba
unos salientes en los que ambos se agarraban y descendían como si descendieran
de una montaña, buscando los lugares donde podían hacer apoyo rezando por no
caerse en ese vacío del que tenían dudas de que poseyera fondo.
El
islote en el que finalmente aterrizaron era considerablemente más grande que
los demás. Ante sus ojos descubrieron una enorme roca apoyada contra el tronco,
emergiendo de un imponente lago que, más adelante, estaba rodeado por árboles
de tamaños normales pero no por ello menos misteriosos o fascinantes. Sus
tupidas copas estaban formadas por hojas que refulgían como estrellas,
mezcladas con otras eran más oscuras que la más oscura de las noches.
Ninguna
sabría decir más tarde cuanto tiempo se quedaron extasiados por aquella visión.
La luz de los árboles arrancaba destellos de luces de distintos azules a las
aguas del lago, como si en vez de iluminar las aguas estuvieran alumbrando un
gran zafiro de superficie maleable y líquida. El suelo estaba cubierto de una
mullida capa verde con algunas flores aquí y allá, casi como si las hubiera
puesto alguien cuidadosamente para crear una hermosa obra de arte.
Fue
Morn el primero en salir de su extasiado estado contemplativo para fijarse más
en el gigantesco árbol del que habían descendido. A priori había pensado que el
árbol acababa y tenía sus raíces en aquel pedazo de tierra flotante, pero
mirándolo más de cerca y asomándose por los bordes de la isla se dio cuenta de
que no era así. El árbol continuaba más y más, perdiéndose en aquel mar negro
lleno de luces hasta un punto donde era imposible vislumbrar su final.
Tras
confirmar que estaban en algún punto intermedio del tronco del árbol, Morn
regresó al lugar donde se encontraba Ulrick. Este aún seguía mirando su
alrededor, con una sonrisa de oreja a oreja. Al acercarse Morn, Ulrick le
abrazó y empezó a reírse a carcajadas.
-¡Lo
logramos, lo hemos conseguido!
Por
una vez, Morn se dejó llevar por la euforia de Ulrick, riendo como nunca lo
había hecho en su vida. ¿Por qué no? ¡Habían logrado lo imposible!
-Sí,
lo habéis conseguido. ¡Felicidades!
Ambos
casi se caen al suelo del susto. La voz risueña provenía de la roca, donde una
mujer se sentaba en su cumbe ocupada en afinar un laúd. ¿De dónde había salido?
-¡Sed
bienvenidos, viajeros! ¿A qué mundo deseáis ir?
-Ehm…
¿mundo?- Morn estaba bastante descolocado.
La
mujer dejó de afinar el instrumento y se
giró hacia ellos, mirándolos con curiosidad. De un ágil salto bajó de la roca,
posando con suavidad los pies en el suelo.
Los
hombres volvieron, otra vez, a quedarse mudos de la impresión. La mujer que
estaba ante ellos no podía ni ser humana. Su cabello, negro como el ébano, se movía
de un lado a otro como si estuviera sumergida en el agua, creando un halo a su
alrededor. El efecto era tal que su cabellera parecía líquida, no sólida. Su
piel relucía de forma extraña, cambiante, hipnótica, como si toda ella fuera
una luz palpitante como las que se veían en la distancia. Sus ojos eran negros,
tan oscuros que cualquiera diría que eran todo pupila. Había promesas en ellos,
muchas promesas… ¿pero promesas de qué, exactamente? ¿Una nueva esperanza, un
deseo cumplido… el más funesto de los destinos?
Sus
orejas eran algo más grandes que las humanas y puntiagudas, su sonrisa
encantadora y traviesa, blanca y suave como la nieve. Sus curvas apenas estaban
tapadas con unos pedazos de tela roja, tapando lo justo, de manera que el
increíble tatuaje que lucía su piel quedaba casi completamente a la vista. Era
el árbol, que se intercalaba con su piel resplandeciente, con las ramas
enredándose en sus brazos y sus raíces haciéndole cosquillas en sus caderas.
Caminaba casi como si no lo hiciera, deslizándose con suavidad guiada por algún
tipo de melodía que quedaba oculta a oídos de Ulrick y Morn. En sus manos
sostenía un laúd hecho de algún material delicado y transparente, tal vez
cristal.
En
esta ocasión, Ulrick fue el que se recuperó primero.
-…
¿Eres un ángel?
-¿Ángel?
Mmm…-Acarició un poco por debajo de su clavícula y las ramas de su tatuaje se
estremecieron. Varias se retiraron hasta que una sobresalió del resto. En el árbol
real, una de las ramas crujió y empezó a bajar, hasta quedar a la altura del césped.
Se extendía bastante, y no podían ver con claridad cuál era el islote con el
que conectaba la rama. La mujer señaló en aquella dirección.
-Si
buscáis un mundo de ángeles, ese es el camino. No os preocupéis, no tardaréis
tanto como parece. Eso sí, os va a costar adaptaros.
-¿Qué?
No, no, no… espera. No hemos venido aquí buscando mundos de ángeles. ¡Hemos
venido a buscarte a ti!- Reaccionó Morn.
-¿A
mí?-Dijo divertida la mujer.
-¿A
ella?- Repitió Ulrick.
-¡A
ella! ¡Ella es el bardo! O bueno, la barda. ¡Es ella!
-¿Barda?-La
mujer sacudió la cabeza.- No, os equivocáis. Es bardo. En mi lengua “bardo” es
un concepto demasiado grande para estar restringido por parámetros de
“femenino” o “masculino”.
-Pero
estás hablando nuestro idioma.-Objetó Morn.- Lo correcto es “barda”.
-Quisquilloso…-Masculló
Ulrick para sí mismo.
-Eso
es lo que creéis vosotros.-Los observó con detenimiento, caminando a su
alrededor. Su mirada bailaba entre la curiosidad y la diversión.- Así que venís
buscándome a mí. Esto es nuevo, nunca recibo visitas. O al menos no son para
mí.-Se acercó al árbol y acarició su corteza.-Todos eran viajeros que buscaban
un nuevo mundo donde vivir.
-¿Y
quién querría vivir en otro mundo que no fuera el suyo?-Preguntó Morn.
-Te
sorprendería.-Respondió apoyándose en la corteza del árbol.- La mayoría están
desesperados por abandonar sus respectivos mundos. Por algún motivo no les
gusta el mundo en el que les ha tocado vivir, lo rechazan con tanta fuerza en
su interior que terminan aquí, aunque no suelen recordar cómo han llegado.-Pasó
los dedos distraídamente por las cuerdas del laúd, arrancándole un par de notas
tristes y melancólicas.-Yo les ayudo a encontrar un mundo más afín a ellos.
Algunos eligen bien, otros no, algunos se alegran de su decisión y otros se
arrepienten.
-¡No
me lo puedo creer! ¿Solo les interesan los mundos? Pero tú… ¡tú estás aquí!-
Morn hablaba como si aún no se creyese todo aquello.
-Vaya,
gracias.
-No,
quiero decir…-A Morn se le subieron un poco los colores.- ¡Eres el bardo! ¡Tú
lo sabes todo!
-Tanto
como todo…
-No,
¡no! Sabes lo suficiente, lo primordial. Las respuestas que siempre se ha
formulado el hombre y que no tenían respuesta. ¡Sabes sobre el principio y el
fin de todo! El universo, los mundos…
Morn
sintió la dureza del suelo en su trasero cuando cayó sorprendido al tener de
repente a la mujer a pocos centímetros de la cara.
-Visto
así sé muchas cosas. Sé de los mundos-Dijo con sencillez.- pero porque tengo que saber de los mundos.
-¡Por
eso eres el bardo!-Dijo Ulrick al darse cuenta de repente.- Ayudas a los
viajeros a elegir. Les cuentas historias sobre los distintos mundos para que
puedan hacerlo.
-Así
es.-La sonrisa esta vez fue cálida y amable.-Sé muchas historias y sé contarlas
como nadie.
-¿Conoces
alguna de dragones?
-¿Dragones?-Morn
no daba crédito.- ¿Puedes resolver todas las dudas que acaecen al ser humano
desde su nacimiento y preguntas sobre dragones? ¡Maldito obseso de las
historias raras!
-¡Un
respeto! Que si no es por mi “obsesión” no estaríamos aquí.
-Así
que uno quiere una historia de dragones y otro quiere saber sobre el ser
humano... Os complaceré a los dos.
Ambos
le miraron sin comprender. Ella se dio la vuelta con un gracioso movimiento y
en un parpadeo estaba de nuevo en la roca, con el laúd preparado.
-Os
contaré la historia de un mundo ya viejo, uno de los primeros en existir, uno
donde también hay humanos y donde estos fueron muy lejos con su inteligencia y
razón. Demasiado lejos. Desafiaron a la naturaleza como ninguna especie había
hecho antes, en su arrogancia, o tal vez incluso aburrimiento, tantearon
límites que no debían ser tocados… y los rompieron.-Sus dedos empezaron a
acariciar las cuerdas, componiendo el principio de una melodía.- Lo que no
existía existió, y lo que debía permanecer inalterable cambió. Las
consecuencias no tardaron en llegar, y si algo les cuesta asumir a los humanos
son las consecuencias de sus actos. Su respuesta no fue buena, y a punto estuvieron
de acabar con su raza y con su mundo. Debieron aprender a organizarse y
convivir con su entorno prácticamente desde cero, y ya no eran la única raza
inteligente que poblaba su tierra…
“En
esta historia hay dragones, ya lo creo, pero es una historia sobre el alma
humana, de sus recovecos más oscuros y la tenue luz de sus esperanzas. Y, como
cualquier historia, da igual cuan inverosímil parezca, si sabéis escuchar con
atención habréis dado con algunas de las respuestas que tanto ansiáis
encontrar. Todo comenzó con una chica que huía por su vida, sin ser consciente
aún de que lo que estaba en juego era infinitamente más importante que eso…”
Hola, maja. Por fin he tenido un momento para releer y comentar tu relato. Debo decirte que está muy bien redactado, excepto algunas cosillas ortográficas y el hecho de que a veces cambias de registro, quiero decir, que estás usando un lenguaje muy poético y de repente cambias a otro más coloquial y eso choca un poco, pero por lo demás me ha gustado mucho (y a mi novia también) y espero leer algo más tuyo. Ya me dirás. Un abrazo.
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