domingo, 29 de julio de 2012

50 SOMBRAS DE GREY: CREÍA QUE HABÍAMOS AVANZADO MÁS


50 SOMBRAS DE GREY: CREÍA QUE HABÍAMOS AVANZADO MÁS

He aquí lo que ha suscitado esta entrada. Recomiendo que lo leáis antes de continuar, son unos minutitos que os harán entender mejor lo aquí escrito--> Las mujeres según Christian Grey

Una de las cosas que más me gusta hacer los domingos es leer el suplemento de El País. Concretamente las columnas escritas por diversos autores, en las cuales hablan sobre temas de su elección y que yo encuentro de lo más interesantes. De hecho, abro el suplemento por el final, empiezo por Javier Marías y acabo con Maruja Torres, dejando para luego el resto de artículos. Bien, pues hoy he seguido el ritual de siempre: leo a Javier Marías, sigo con Almudena Grandes, Juan José Millas y… ¡Oh! Sorpresa. Estupefacción. Horror.

Lo que tanta turbación me provocó no fue que el artículo estuviera mal escrito o que hablara sobre algo que a mí me guste de forma negativa. Ni remotamente. Lo que tanto agitó mi espíritu es que desveló varios puntos de una novela que está arrasando entre el género femenino últimamente: un libro titulado 50 sombras de Grey. Puntos por los cuales uno pensaría que el libro sería rechazado de pleno por este mismo sector.

He escuchado hablar de esta obra y también he visto la publicidad que hay montada en torno a ella. Lo anuncian como una novela erótica, rompedora, que encandilará a todas las mujeres. No he llegado ni a leerme la contraportada del libro, por lo tanto esta es la única información que tenía de él. Me imaginé que el libro iría sobre una mujer fuerte e independiente a la que le gustaría el sexo y experimentar con él. Algo así como una especie de Samantha de Sexo en Nueva York. Decidiría con quién acostarse y cómo, buscaría hombres de buen ver tan atrevidos en la cama como ella, y estos la verían como una mujer que disfruta del sexo tanto como ellos, una igual. ¡Ay, mi pobre mente inocente…! Suerte que no llegué a catarlo porque este tipo de libros no me atrae.

Fiándonos de la palabra  de Santiago Roncagliolo, resulta que “Grey”  es el apellido del que se supone que es el tipo de hombre con el que sueña toda mujer, especialmente en sus sueños más locos. Un hombre que no es que sea rico, es que es billonario, señoras y señores, y una de sus técnicas de seducción se basa en lo que llamaremos “a golpe de tarjeta”. Uno de los estereotipos que menos soporto es ese que dice que las mujeres nos fijamos más en el dinero de un hombre que en el hombre en sí, y que si estamos con alguien y nos encontramos con otro más rico, probablemente nos  iremos con él. Que somos unas interesadas, vamos, y que solo buscamos un hombre que nos mantenga, o al menos que nos compre a buen precio. Considero que no es así, pero me parece que dar el beneplácito a este tipo de situaciones no es muy buena manera de desmentirlo.

¡Pero menuda exageración! Me diréis. No te has leído el libro, no sabes si la mujer se fija en él por otros motivos. Os agradecería mucho que me dijerais cuáles, porque siguiendo este artículo, nuestro amigo Gray es el típico tipo duro, chulo, egoísta, carente de empatía y, a primera vista, de tener sentimientos más allá de satisfacer su propio ego, hasta el punto de hacer firmar a la mujer un contrato en el que se especifica los términos de la relación, incluyendo prácticas sexuales en la cama. Prácticas que, por cierto, incluyen, entre otras cosas, cera de vela ardiendo y látigos. A la mujer esto no le hace muy feliz, pues lo ama y querría otra cosa, pero como lo ama tanto cede a sus deseos.

¿Qué demonios?
A ver si lo he entendido bien: nos pasamos siglos luchando por salir del rol de “mujer sumisa y obediente” que nos ha lastrado durante casi toda la historia de la humanidad, ¿y ahora resulta que lo que más nos excita es que nos traten de esa manera? ¿Que nos sometan mientras nos maltratan, y todo por amor? ¿Alguien me puede explicar cuál es la lógica de todo esto?

También nos llenamos la boca diciendo que queremos un hombre atento, sensible, que sepa escuchar… y a la hora de la verdad al que queremos verdaderamente es al impresentable de turno. Este en concreto no acepta  una relación que no sea amo-sumisa, y sospecho que sabe convencer para que esto sea así, lo que es conocido como manipular. Yo me pregunto ¿en serio? ¿de verdad? ¡No tiene sentido!

Lo más gracioso de todo este asunto es que no solo lo leen las mujeres. Lo leen los hombres para saber qué atrae a las mujeres, como satisfacerlas más. ¿Os imagináis al típico marido que comparte las tareas domesticas, se encarga de los niños junto a su mujer, hablan de igual a igual de todo aquello que pueda afectar a ambos en cualquier ámbito, que lo que le gusta a su mujer es que la traten de forma denigrante? ¡Cómo para que le explote el cerebro al pobre hombre con semejante paradoja! O peor aún: que llegue a pensar que ha estado actuando mal durante toda su vida, que se ha comportado de forma errónea con las mujeres, porque  que sea un hombre bueno y sensato no es lo que realmente quieren.

No lo entiendo, no logro comprender cómo un libro con semejantes términos puede gustar a tantas mujeres. Y lo que más anonadada me deja es que quién ha escrito lo que diría que puede llegar a ser más una fantasía masculina que una femenina (ojo, no digo que todos los hombres vayan a soñar con eso, pero puestos a elegir, si me preguntas quién fantasea con algo así, diría antes un hombre, aunque este fuera un mal elemento, que una mujer), es una mujer. ¡Una mujer! ¡Una mujer escribe que a las mujeres lo que las excita es que las maltraten física y psicológicamente!

Mujeres del mundo, desde aquí hago un llamamiento. Os pido por favor y con toda la buena fe del mundo que, más allá de lo que hayáis encontrado atractivo  de este libro, hagáis una lectura crítica. Que os paréis a pensar en lo que estáis leyendo realmente, lo que significa más allá de las palabras impresas en el papel. Pensad en qué clase de hombre es verdaderamente este Christian Grey, y si realmente os gustaría ser la pobre mujer que recibe unas atenciones tan poco consideradas y tan dolorosas por parte de él. Preguntaos si el sexo es de uno, que sea el amo, y otra, que sea la esclava (preguntaos si esto os excita de verdad) o si el sexo es de dos, por dos y para dos, en igualdad.

viernes, 27 de julio de 2012

ESTIGMA DE DRAGÓN: CAPÍTULO I SEGUNDA PARTE


Cuidado con los árboles...



         Ella nunca pensó que llegaría a ser tan consciente de su respiración, de los latidos de su corazón, del sudor que bajaba por su frente. Esperaba que en cualquier momento los árboles volvieran a alzarse para, esta vez, devorarla a ella. Sin embargo, el tiempo pasaba y todo permanecía tranquilo.
            Decidió intentar levantarse. Su cuerpo se quejó por todos lados, pero apretó los dientes y aguantó.
            Estaba rodeada por todos lados de árboles. Árboles y más árboles, ¡demasiados! Aunque para ella uno ya era demasiado.
            En las ciudades humanas no había ni rastro de vida vegetal de ningún tipo. Solo unas grandes máquinas que imitaban a la perfección su forma y su función. Desde muy pequeña le enseñaron que los árboles eran peligrosos. Atacaban, masacraban, destruían, y tras lo que había visto no podía negarlo. La duda le embargaba en aquel momento, ya que… ¿por qué no la estaban atacando en aquel momento? ¿Sería algún tipo de trampa? ¿Trampa para qué? Estaba a su merced. ¿Disfrutaban manteniéndole en ese estado de inquietud? ¿Olían su miedo y querían regodearse en él? ¿La inteligencia de los árboles llegaba para tanto?
            Permaneció quieta unos minutos más, con el corazón a mil. Verdaderamente aquellos árboles se parecían enormemente a sus homónimos artificiales, pero no del todo. Poco a poco la curiosidad fue venciendo al miedo. Si estaba condenada, tal vez debería aprovechar esos últimos momentos para investigar aquello que a la mayoría de los humanos se les había negado por su propia seguridad. Esos árboles eran casi como los que había visto en su hogar, casi. Había detalles diferentes. Nunca había visto esos dibujos en ningún tronco. ¿Tendrían el mismo tacto, tan suave como los árboles mecánicos que conocía desde siempre?
            Se acercó despacio a uno de los árboles. Era un ejemplar enorme, de tronco oscuro y hojas en forma de estrella, de borde aserrado. Todo siguió envuelto en una silenciosa quietud. Tragó saliva. Se quitó uno de los guantes y alzó la mano, temblorosa. Posó por un momento y con suavidad los dedos en la corteza, pero enseguida los retiró como si quemaran, preguntándose si el árbol se tomaría aquello como una ofensa y la atacaría. El árbol permaneció imperturbable, tanto que parecía que nunca antes se hubiera movido ni hubiera engullido al robot con forma de ángel. Al ver que no pasaba nada, volvió a colocar los dedos, esta vez sin apartarlos. El árbol seguía sin reaccionar. Se atrevió a colocar la palma de la mano sobre el tronco. Nada. Sintió una extraña excitación al darse cuenta de que estaba tocando un árbol. ¡Un árbol de verdad! No una de las copias funcionales de las ciudades humanas. No podía creérselo. Debería estar desmembrándola para poder usarla como abono después, pero simplemente estaba allí, quieto, dejando que ella le tocara. Acarició un poco la corteza. Era dura y rugosa, pero le gustaba como cosquilleaba su piel. El olor que despedía también era diferente. Tan agradable y suave que no lograba concebir que los humanos se hubieran desprendido de él. Acarició un poco más, estudiando su corteza de manera analítica. Sabía que en los antiguos experimentos se inyectó a plantas con nanomáquinas que les permitió desarrollar una conciencia de sí mismas y la suficiente inteligencia para proteger su territorio de indeseados, indeseados que eran, como no, los humanos. ¿Por qué aquel árbol no estaba atacando? Los datos de los que disponía eran imprecisos, por supuesto, la mayoría estaban destruidos para evitar que los hombres cayeran de nuevo en la tentación de experimentar con lo que no debían.
            Dio un respingo al notar que algo vibraba en el interior del árbol, mientras emitía un sonido similar al de ramas rozándose. Se detuvo cuando dejó de acariciarle, y continuó cuando, tras el susto inicial, la muchacha volvió a acariciarlo. La sensación le era familiar, aunque no era capaz de…
            ¡Sí, sí que era capaz de situarla! Le recordaba a su pequeño Nielf cuando ronroneaba. Al gatito le encantaba que le prestara atención y le regalara sus caricias en cuanto tuviera ocasión de hacerlo.
            -¿Te gusta?-preguntó con cautela. ¿Sería capaz el árbol de entender sus palabras?
       Así debió ser porque su “ronroneo” se intensificó. Increíble. El árbol demostraba más inteligencia de la que le suponía en un primer momento. Suspiró aliviada, pensando que tal vez estaba más a salvo de lo que pensaba en un primer momento.
            Poco le duró la tranquilidad. El árbol dio un repentino golpe al casco con una de sus ramas. No era un golpe muy fuerte, pero sí contundente, y el miedo volvió a agarrarla con su incansable presa.
            -¿Qué… qué pasa?
            Siguió insistiendo con el casco, dándole diversos golpecitos por toda su superficie. No le parecía que quisiera hacerle daño, pero sí que no le gustaba el casco.
            -¿Q-quieres que me lo quite?-dijo nerviosa.- V-vale, no pasa nada, me lo quito, ¿ves?
            Llevó sus manos al casco y pulsando un pequeño botón, se retiraron las sujeciones y lo alzó con ambas manos para liberar su cabeza. Al instante miles de trencitas negras se escaparon de su prisión para correr libremente alrededor de sus hombros. Unos ojos azules muy claros parpadearon acostumbrándose a la luz del sol, antes atenuados gracias al casco. Se reveló un rostro en forma de corazón, con labios gruesos y piel ligeramente bronceada. Tendría poco más de veinte años.
            Una rama salió disparada como una serpiente hacia el casco, lanzándolo todo lo lejos posible. Del susto, la muchacha trastabilló con sus propios pies y terminó de nuevo en el suelo. Unas ramas aparecieron para ayudarla a levantarse, gentilmente.
            Ella, por su parte no entendía nada. Tampoco resultaba fácil pensar como un árbol sin serlo.
            Una rama le dio un par de toquecitos en un hombro. Al darse la vuelta, se fijó que señalaba un sendero en apariencia recto y completamente libre de árboles. Era la única dirección en la que se daba este fenómeno, y donde juraría que antes no había ningún camino custodiado por los árboles. Le recorrió un escalofrío, ¿acaso se habían movido? 

¿Te atreves a entrar?

             Avanzó dubitativa a través de ese camino. No tenía ningún sitio a donde ir, así que tanto le daba ir por allí que por cualquier otro lugar. No le resultaba muy convincente fiarse de los árboles, pero tampoco tenía nada que perder. Estaba sola y perdida en un territorio hostil.
            Era una locura lo que había hecho. Una auténtica locura. Sin embargo, no podía haber hecho otra cosa. No podía permanecer en la Polis, cada segundo que permanecía en ella más riesgo corría. Cada vez la vigilancia era más estrecha. Cada vez, las preguntas más atinadas, demasiado cerca de su objetivo. Las sonrisas habían perdido su auténtico significado. No, había hecho lo correcto, estaba segura. Eso sí, seguía siendo una maldita locura. Lo peor es que estaba convencida de que jamás cejaría en su empeño de perseguirla. Se había marchado con una información muy valiosa. Nunca la dejaría en paz, ni aunque se fuese al otro confín del mundo.
            En aquellos momentos le gustaría poder creer en dioses, como aquellos de la Antigua Religión que estaban empeñados en que todo el mundo siguiera sus doctrinas. En su momento le pareció molesto e increíblemente ilógico, preguntándose qué tendría que ver un dios, por muy único y verdadero que fuese, en que el ser humano se equivocara tan estrepitosamente en sus acciones cuando lo hizo. Ahora, aunque seguía viendolo de la misma manera, al menos le gustaría tener el alivio de saber que tal vez alguien cuidaría de ella y le echaría una mano en los momentos de más necesidad. Siempre había sido muy independiente y ella misma había solucionado por su cuenta todos sus problemas, pero el saber que no había humanos en kilómetros a la redonda le producía una inquietud tal como no había sentido en toda su vida.
            Cuando ya llevaba un rato caminando, escuchó un sonido muy poco tranquilizador del lugar donde había estrellado la moto. Los árboles volvían a revolucionarse y pudo ver como tapaban el camino de vuelta. Era sorprendente, apenas se movían un poco pero tan solo con eso dejaban vía libre u obstaculizaban completamente el paso. Se llegó un sonido diferente y también un olor que antes no estaba en el bosque.
            El olor del fuego.

Y al final todo fue consumido...

            Sintió como el pánico florecía en su interior y le atenazaba la garganta. Lo habían mandado a él. A él, de todos los Guardianes que podía haber mandado. No sabía si pensar que era cruel o demasiado efectivo para una chiquilla que se había escapado.
            No se lo pensó dos veces y echó a correr por el camino que los árboles le habían despejado. Desconocía cómo reaccionarían ante el fuego. Tal vez los árboles decidieran entregarla para que el incendio cesara y pudieran salvar sus vidas. Permanecía en tensión, vigilando a los árboles por si decidían arrebatarle esa suerte de ayuda que habían decidido darle. No hicieron nada. No… pero sí había algo raro. Una especie de vibración entre ellos, no sabría decir exactamente qué, pero emitía un sentimiento muy claro. Los árboles estaban asustados.
            Escuchó de nuevo el batir de alas. El humo hizo acto de presencia a sus espaldas, volando en su misma dirección. Sin dejar de correr, alzó sus ojos al cielo con el corazón en un puño.
            Ahí estaba. Con las alas y el cuerpo rodeados de fuego, aquel Guardián de perfectas proporciones resplandecía como un pequeño sol. Las llamas lamían su figura sin herirlas, y se abría paso a través del ramaje destruyéndolo con su implacable fuego. No tardaría en llegar hasta ella. 

Su belleza inhumana los sedujo a todos, ignorantes de que en su corazón solo ardían las llamas de la destrucción.


            Volvió su vista al frente y aceleró todo lo que le permitieron las piernas. A lo lejos pudo vislumbrar lo que parecía el lomo de una montaña. ¿De dónde salía esa montaña así de repente? Los escasos e imprecisos mapas que había conseguido consultar para su fuga no mencionaban la presencia de una montaña por aquellos lares y no había visto nada a lo lejos. Tampoco es que el tupido follaje le hubiera permitido ver mucho en la distancia.
            El humo cada vez se hacía más denso. Empezaba a costarle respirar y los ojos lagrimeaban.
            No quiso rendirse. Había llegado muy lejos, había superado miedos que la perseguían, tanto a ella como al resto de humanos, desde la misma cuna. Había llevado a cabo la madre de todas las investigaciones solo para poder encontrar un resquicio que le permitiera escapar y estar lo suficientemente preparada en el exterior. Todo lo que se pudiera estar, al menos.
            No. Había llegado hasta allí y seguiría avanzando. No la detendría ni aquel robot con cara de ángel ni el incendió que él mismo había propagado.
            El humo nubló su campo de visión. Notaba a sus espaldas cómo los árboles cubrían su espalda, interponiéndose todo lo que podían en el camino del Guardián ígneo y ella. No tenía ni idea de por qué lo hacían, pero en su interior una profunda emoción arraigó, sintiéndose culpable por todo el miedo que había sentido hacía ellos de forma injustificada.
            Se tropezó con fuerza contra una pared. El golpe la dejó aturdida un momento, pero en seguida se puso a palpar la pared, desesperada. Si no podía avanzar hacia delante estaba perdida, todas las demás rutas de escape estaban cortadas por el fuego. Sus manos dieron con una hendidura en la roca. Tanteó, no era muy grande pero podría caber por ella. Una brisa de aire fresca salía de aquel hueco. Se puso de lado, sin vacilar, tosiendo con fuerza y se introdujo en su interior. Al momento varios árboles taparon la salida. El Guardián tendría problemas para dar con su vía de escape.
            No quiso despistarse, avanzando todo lo rápido que pudo. Agradeció sobremanera la buena idea que tuvo al hacerse con un traje tan resistente, ya que le evitó un buen número de arañazos, aunque no pudo evitar llevarse un buen corte en la mejilla. Apretó los dientes y continuó.
            Cada vez se sentía más agobiada. Aquel hueco era muy estrecho, y el camino sinuoso. Torcía una y otra vez, y en dos ocasiones estuvo a punto de torcerse un tobillo al toparse con un desnivel. La roca contra su cuerpo a veces le impedía hasta respirar, su tacto lacerante y cortante, tan diferente de la corteza del árbol, la asustaba y la carcomía de ansiedad, pensando que en algún momento esas rocas afiladas la aplastarían y acabarían con su vida.
            Lo peor es que no tenía nada salvo su tacto para orientarse. La oscuridad era absoluta, y el silencio atronador. En unas condiciones así desconocía cuanto tiempo podría aguantar sin perder la cordura.
            El descenso fue eterno. Los creyentes de la Antigua Religión a veces hablaban de un lugar horrible, lleno de fuego y magma, al  que caías tras la muerte sin remedio si a su dios no le parecía que tu comportamiento había sido adecuado en vida. Un lugar bajo tierra, a kilómetros de la superficie. Cuanto más tardaba en encontrar la salida, más le jugaba su mente malas pasadas. Llegó a creer que era hacia ese lugar al que se dirigía sin remedio. Tenía un infierno detrás y otro le aguardaba delante. Las lágrimas se agolparon en su rostro, pero ni así quiso darse por vencida. Siguió arrastrándose a través de ese agujero, buscando la salida como un pez boquea fuera del agua buscando su preciado oxígeno.
            El tercer desnivel se presentó como una trampa mortal.
          Metió el pie sin darse cuenta y un súbito respingo la embargó cuando no encontró el suelo a la altura que creía. Pensando que un poco más abajo daría con suelo sólido, no detuvo la inercia a tiempo. Empezó a caer, trató de aferrarse a la pared con la que se estaba golpeando en la caída. No era del todo recta, describía una pequeña pendiente por la que rodó hasta golpearse la cabeza con fuerza contra una roca.
            Lo último que vieron sus ojos, que por fin vieron algo, fue una tenue luz al final de una inescrutable oscuridad.

Una luz, una insignificante luz en la oscuridad...¿nos condenará al frío olvido de la muerte o a la tenue esperanza de la vida?

jueves, 26 de julio de 2012

BAILANDO CON EL DIABLO

Mientras ultimo los detalles del siguiente capítulo y un par de fichas para personajes, os dejo un poco de compañía para que no esté esto tan abandonado.


viernes, 20 de julio de 2012

FENÓMENO FAN EN LA LITERATURA


EL FENÓMENO FAN EN LA LITERATURA

Lo cierto es que de un tiempo a esta parte vengo dándole vueltas a este tema. Me parece que a estas alturas es de todos sabido el gran revuelo que se ha formado con la saga Crepúsculo y Los Juegos del Hambre. Fans enloquecidas (ojo al femenino, lo uso porque en su mayoría son mujeres, aunque tengo constancia de hombres entre los fans de Los Juegos del Hambre) que gritan y claman por sus personajes favoritos, que sacan las uñas si se te ocurre meterte con la novela y que reaccionan de forma alarmantemente exagerada cuando sale una nueva película de los libros. Esto lo he visto sobre todo con Crepúsculo, habrá que ver si los fans de Los Juegos del Hambre llegan hasta estas cotas.

A mi no me miréis, yo no tengo la culpa
Quizá os preguntéis por qué hablo del fenómeno fan en la literatura si resulta que esta locura se ha desatado por las películas y hay fans de las mismas que no han llegado a leerse los libros. Lo cierto es que, quieras que no, ha producido cierto golpe en el mundo de la literatura. Los hay que se echan las manos a la cabeza cuando se hace una película de un libro, a pesar de que este pueda gustarle, temiendo por fans que puedan imposibilitar el ver la película en paz y que la desprestigien con un comportamiento pueril. Esto seguramente sea lo que más moleste, ya que otras personas que tengan conocimiento de que a ti te gusta ese libro y has ido a ver la película, pueden pensar que tú eres igual que estos fans tan molestos y puedas llegar a tener un comportamiento similar. Esto lo he visto precisamente con Los Juegos del Hambre, fans que no quieren que se les relacione con las adolescentes enloquecidas.

Por ejemplo, van a hacer una película de la saga Cazadores de Sombras, saga que me gusta bastante y ya me estoy temiendo lo peor, sobre todo porque las primeras discusiones que he visto es sobre si los actores que hacen de protagonistas están lo suficientemente buenos para interpretar a los personajes del libro (¿soy la única que se pregunta sobre cómo harán a los demonios de feos, cómo serán las extrañas criaturas que pululan por la saga o cómo caracterizarán a los personajes más excéntricos, misteriosos o carismáticos? Decidme que no).

Sin embargo esto no ha sido siempre así. ¿Os acordáis de cuando se estrenaron las películas del Señor de los Anillos? Los había que llegaban incluso a disfrazarse, pero luego en la sala silencio sepulcral. Nada de grititos cuando salía el guaperas de Legolas haciendo skate en pleno ataque orco o por la trompa de un elefante. O cuando Aragorn hacia su entrada triunfal chorreando de agua, recién salido del mundo de los muertos en el que en realidad no había estado. En Harry Potter tres cuartos de lo mismo, lo máximo que llegué a oír fue un par de comentarios de la parte masculina (sí, la masculina) sobre Hermione en las últimas películas.

No negaré que fuera de la sala no se hicieran comentarios sobre si Legolas era más guapo que Aragorn o viceversa. ¡Eh! Estábamos en la edad (unos catorce años creo recordar), y al rato nos encontrábamos haciendo chistes sobre los Nazgûl, las cacerolas de Sam, sobre lo limpios que estaban los elfos cuando todos estaban de mugre hasta las cejas, Gimli, y rememorando las escenas más épicas. Eso sí, dentro ni mu. Silencio absoluto.

Ah, pero, ¿qué no era esta la convención sobre la batamanta?

 Está claro que los libros de Crepúsculo y el Señor de los Anillos no fueron concebidos de la misma manera, pero aun así confieso que me siento un tanto perpleja. Harry Potter ha terminado y lo que está siguiendo son novelas que, o son como Crepúsculo o se terminan enfocando como si fuera Crepúsculo aunque en realidad no lo sean. De ahí el miedo a que salgan películas de libros en este momento.

Pero volviendo al fenómeno fan en la literatura, lo cierto es que ahora se ha hecho más visible gracias al cine. ¿Acaso no nos gustaba leer antes hasta el punto de discutir por libros, personajes, manías y preferencias? Lo que pasa es que antes era algo como más secreto, más personal, algo de lo que debatías encantado cuando encontrabas a alguien que se había leído el libro que tanto te había gustado, comentándolo con tu grupo de amigos o, cuando apareció internet, en foros y/o en blogs. La verdad es que, para ser algo que muchos consideran que es de marginados, es un fenómeno que mueve y junta a muchísima gente alrededor del mundo (entenderéis este comentario si en vuestra juventud os miraban raro al decir que te gustaba leer, cosa que a mí me pasó mucho).

 
Esto sí es amor y no lo de Crepúsculo


El fervor, además, no era más pequeño ni mucho menos. Volviendo atrás en el tiempo recuerdo que se podían armar unas trifulcas increíbles en los foros por discusiones sobre libros. El que más recuerdo es uno sucedido entre fans de Memorias de Idhún, de Laura Gallego. En este libro aparecen dos personajes llamados Jack y Kirtash, y ambos tenían sus respectivos foros por lectores a los que les gustaban mucho estos personajes que se llevaban a matar, casi tanto como algunos que los defendían y atacaban al otro. Es decir, este tinglado no ha aparecido ahora, ya existía, lo que pasa que ahora es más visible gracias a las películas, aunque en general se siga ignorando lo que pasa con fans de otros libros, de los cuales solo puedes tener noticias por internet. Aunque lo cierto es que nunca he observado a nadie llegar a los extremos de Crepúsculo, ni tampoco he visto discusiones tan enfebrecidas por libros, a mi parecer, tan dudosos ni con personajes con tan poca chicha. Volviendo al ejemplo anterior,  Jack y Kirtash tenían algo que ofrecer, un buen fondo y mucho por donde coger, cada uno a su manera, pues en carácter eran diametralmente opuestos. Esto es lo que explica este enconado enfrentamiento por la defensa del favorito, ya que eran tan diferentes que si te gustaba mucho uno había una gran tendencia a que el otro te cayera mal. Eso sí, que nadie se piense que los estoy comparando con Edward y Jacob, jamás se me ocurriría semejante barbaridad. 

Kirtash era mi favorito, pero no veía el porqué de semejante disputa

 Con todo, tengo la sensación de que ahora se  habla más de libros que nunca, y creo que en parte se debe a las adaptaciones que se han hecho en el cine. Ojo, no es que antes no se hablara, sin embargo ahora parece más visible y más aceptado, o es la impresión que tengo yo ahora.

¿Qué opináis vosotros? ¿Cómo creéis que es el fenómeno fan en la literatura?

jueves, 19 de julio de 2012

ESTIGMA DE DRAGÓN: CAPÍTULO I PRIMERA PARTE


ESTIGMA DE DRAGÓN CAPITULO i

Madera y metal

            No podía seguir así por mucho más tiempo. Allí, en cielo abierto ellos tenían la ventaja. Eran mucho más rápidos que su moto aerodeslizadora. Tenía que bajar, sabía que tenía que bajar, pero aún no estaba muy segura de qué le daban más miedo: sus perseguidores o los árboles.
            Podía ver cómo a sus pies se abría una inmensidad de distintas tonalidades de verde, que continuaba hasta donde alcanzaba la vista. Si se internaba entre las copas tal vez, y solo tal vez, podría despistarles.
            Aquella huida estaba siendo una locura de principio a fin. Meses preparándose para aprovechar el mínimo resquicio que encontrara para poder escaparse y ahora, fuera de los túneles que comunicaban las ciudades, no sentía que estuviera más cerca de conseguir su propósito que cuando estaba en ellos. Sabía que se tendría que enfrentar en algún punto con ellos, aunque tenía la esperanza de haber conseguido más distancia para entonces. Pese a que se aferraba con fuerza al manillar, concentrándose en maniobrar, se sentía completamente bloqueada. Los árboles le provocaban un pavor profundo y allí, en el aire, era presa fácil, pero no se decidía a bajar. Volaba y volaba, como si así pudiera ser capaz de espantar sus temores y sus problemas se fueran a solucionar solos.
            Casi se cae de la aerodeslizadora cuando uno de sus perseguidores la alcanzó. Estaba ahí, a escasos centímetros, alargando la mano para detenerla, con sus fríos ojos metálicos, sin iris ni pupila, clavados en ella. Se le escapó un grito y viró bruscamente hacia abajo. Sin darse cuenta, estaba pasando entre los árboles, entre sus copas, rozando con ramas y hojas.
            Su corazón latía a mil. Creía que finalmente iba a morir, se iba a estrellar, los árboles iban a…
            Escuchó como ellos también se introducían entre el ramaje, de forma mucho más elegante y menos estrepitosa que ella. Claro que, por otro lado, era mucho más fácil volar con alas que con aquella máquina, por muy último modelo que fuera. Se esforzó en zigzaguear, torcer, ascender más, descender, maniobrar, lo que fuera para darles esquinazo, pero no había manera. Mientras tanto, podía notar el temblor de su cuerpo al ver a aquellos colosos de madera a su alrededor, sintiéndose atrapada por sus cúpulas verdes, preguntándose cuanto tardarían en reaccionar. Ya le estaba pareciendo que tardaban demasiado.
            Como si los árboles estuvieran de acuerdo con ella, escogieron ese momento para apresar la máquina de la que se servía para surcar los cielos y la atraparon entre las ramas con el sonido de un latigazo. El repentino frenazo hizo que su cuerpo se disparara por inercia hacia delante, chocando brutalmente contra el suelo al caer. Por suerte, su casco y su traje estaban diseñados para resistir impactos como ese o peores. Desgraciadamente, ni eso le libró de un buen aturdimiento.
            Se giró, tumbada como estaba, tratando de encontrar de nuevo el arriba y el abajo. Le dolía todo el cuerpo. No podía quejarse, de todas formas: si no fuera por el traje estaría muerta, aunque este no fuera eficaz cien por cien y su cuerpo terminara lleno de moratones.
            Las cosas empezaban a aclararse cuando escuchó un sonido que disparó sus alarmas de nuevo. El sonido de las plumas metálicas al batir contra el viento. Hizo un soberano esfuerzo por incorporarse y arrastrarse en dirección contraria. Fue entonces cuando lo vio, apareciendo entre las ramas como una aparición.
            Un ángel de metal, un robot que parecía más esculpido que construido, una hermosa pieza de arte que había cobrado vida milagrosamente. ¿Por qué eran tan bellos? Sus facciones y cuerpos perfectamente proporcionados eran tan hermosos que hacían daño, era incapaz de dejar de mirarlo mientras los árboles a su alrededor creaban halos de luz que lo envolvían, creando a partir del robot un espectáculo de luces y sombras del que no podía apartar la vista. Se maldijo a si misma, pero no podía dejar de admirarlo mientras se le echaba encima a una velocidad endiablada, incapaz como estaba de moverse y esquivarle en condiciones. ¿En qué estaría pensando sus diseñadores cuando los hicieron así? Incluso su gesto, tan vacío, tan frío, era merecedor de exponerse en un museo para ser admirado. Tal vez, si los ángeles existieron algún día, ese era el aspecto que verdaderamente tendrían.
            Volaba a ras de suelo. Pretendía agarrarla, elevarse rápidamente y volver a la polis. Su intento de fuga había fallado y no era capaz de imaginarse lo que esto podría suponer para su integridad física y mental. Sabía que solo tenía una oportunidad y había fallado.
            El suelo comenzó a temblar. De golpe salieron varias raíces del suelo, apresando al ángel con la fuerza de una constrictor. Le habían cogido las piernas y poco a poco las raíces escalaban por su espalda y sus alas, tirando de él, arrastrándole hacia la tierra. El ángel alzó un brazo, y el metal su mano se volvió líquido, se estiró, se ensanchó y se separó de su mano. Agarró con fuerza lo que se había convertido en el pomo de una espada, mientras el filo se endurecía hasta que, finalmente, golpeó duramente las raíces con su recién creada espada para librarse de ellas. Sin embargo, no pudo. Cada vez salían más y más raíces, como si todos los árboles de la zona estuvieran ayudando para detener al intruso. En silencio, sin que el robot emitiera sonido, las raíces se lo tragaron y volvieron bajo tierra con él ángel enredado en ellas. Casi sintió pena al ver a ese bello y frío rostro desaparecer bajo tierra. Casi.
            Los sonidos que le llegaban provenían sin duda del resto de ángeles que venían en su persecución. Todos luchaban con los árboles, ella misma sentía el cosquilleo de las raíces cuando pasaban a su alrededor. La lucha duró poco más, y tan rápido como empezó terminó.
            Todo se sumió en un silencio denso y pesado. 

jueves, 12 de julio de 2012

PROYECTO UMBRA: PRÓLOGO


Proyecto Umbra


Estigma de dragón
Prólogo


El muchacho resopló, cansado y sudando a mares. No sabía cuanto tiempo llevaban caminando, ni entendía por qué la noche no transcurría con normalidad y dejaba paso al día. La luna permanecía colgada en la bóveda celeste, terca, sin moverse ni un ápice de su altiva posición.
            -Ulrick, por tu madre, deberíamos pararnos a descansar.
            -Solo un poco más, Morn. Estamos a punto de llegar… lo sé.
           Morn negó con la cabeza. Su compañero le daba la espalda, avanzando infatigable, pareciendo más que cada paso le hiciera ganar energía, no perderla. Siguió caminando, tratando de alcanzarle.
            -Sé razonable, por lo que más quieras. Estamos persiguiendo una quimera, incluso si existe nos podría tomar días… o meses… ¡o años! –Por enésima vez Morn se cuestionó seriamente lo que le llevó a aceptar tan loco viaje.- En serio, Ulrick, necesito…
            Estuvo a punto de chocar contra su compañero, ahora quieto como una estatua y sordo como tal. Morn le dirigió una mirada de extrañeza antes de apartar unos arbustos que le impedían contemplar lo que a Ulrick había dejado de piedra.
            Abrió tanto la boca que la mandíbula no se le desencajó de puro milagro.
            Ante ellos se desplegaba un vacío inmenso, una extensa oscuridad plagada de luces, en el cual flotaban islotes desperdigados perezosamente en aquella inmensidad. Ellos mismos parecían estar en uno de estos islotes, y se dieron cuenta de que todos estaban interconectados con ramas, gruesas y nudosas que confluían en un…
            -¡Ahí, ahí!- Empezó a señalar Ulrick mientras tironeaba de la manga de Morn.- ¡Míralo, está ahí!
            -¡No puede ser! ¡Es imposible, no existe!
            -¡Vamos, corre!
        -¡Ulrick, que te matas!- Morn salió disparado tras Ulrick que, sin pensárselo dos veces, se abalanzaba sobre una de las ramas con la avidez de un depredador que lleva mucho tiempo sin catar presa… y por ello sin fijarse bien por dónde ponía los pies.
Por suerte para ellos las ramas eran muy grandes y, aunque no sin alguna dificultad, consiguieron llegar al epicentro de las mismas. Tardaron bastante, más incluso de lo que habían calculado a simple vista, pero esta vez ni el cansancio les detuvo, y ni siquiera Morn protestó en ningún momento. Después de tanto tiempo de arduo trabajo habían conseguido lo imposible. Aquello les daba unas fuerzas renovadas que no desaparecerían hasta alcanzar el tan ansiado destino.
            La parte más ardua fue, sin duda, deslizarse entre las ramas para alcanzar el tronco principal. El suelo estaba increíblemente abajo y las ramas y el tronco eran tan enormes que tenían que agarrarse de los asideros que formaba la madera, lo que al tacto de un árbol normal resultaba rugoso, en aquel formaba unos salientes en los que ambos se agarraban y descendían como si descendieran de una montaña, buscando los lugares donde podían hacer apoyo rezando por no caerse en ese vacío del que tenían dudas de que poseyera fondo.


            El islote en el que finalmente aterrizaron era considerablemente más grande que los demás. Ante sus ojos descubrieron una enorme roca apoyada contra el tronco, emergiendo de un imponente lago que, más adelante, estaba rodeado por árboles de tamaños normales pero no por ello menos misteriosos o fascinantes. Sus tupidas copas estaban formadas por hojas que refulgían como estrellas, mezcladas con otras eran más oscuras que la más oscura de las noches.
            Ninguna sabría decir más tarde cuanto tiempo se quedaron extasiados por aquella visión. La luz de los árboles arrancaba destellos de luces de distintos azules a las aguas del lago, como si en vez de iluminar las aguas estuvieran alumbrando un gran zafiro de superficie maleable y líquida. El suelo estaba cubierto de una mullida capa verde con algunas flores aquí y allá, casi como si las hubiera puesto alguien cuidadosamente para crear una hermosa obra de arte.
            Fue Morn el primero en salir de su extasiado estado contemplativo para fijarse más en el gigantesco árbol del que habían descendido. A priori había pensado que el árbol acababa y tenía sus raíces en aquel pedazo de tierra flotante, pero mirándolo más de cerca y asomándose por los bordes de la isla se dio cuenta de que no era así. El árbol continuaba más y más, perdiéndose en aquel mar negro lleno de luces hasta un punto donde era imposible vislumbrar su final.
            Tras confirmar que estaban en algún punto intermedio del tronco del árbol, Morn regresó al lugar donde se encontraba Ulrick. Este aún seguía mirando su alrededor, con una sonrisa de oreja a oreja. Al acercarse Morn, Ulrick le abrazó y empezó a reírse a carcajadas.
            -¡Lo logramos, lo hemos conseguido!
            Por una vez, Morn se dejó llevar por la euforia de Ulrick, riendo como nunca lo había hecho en su vida. ¿Por qué no? ¡Habían logrado lo imposible!
            -Sí, lo habéis conseguido. ¡Felicidades!
            Ambos casi se caen al suelo del susto. La voz risueña provenía de la roca, donde una mujer se sentaba en su cumbe ocupada en afinar un laúd. ¿De dónde había salido?
            -¡Sed bienvenidos, viajeros! ¿A qué mundo deseáis ir?
            -Ehm… ¿mundo?- Morn estaba bastante descolocado.
            La mujer  dejó de afinar el instrumento y se giró hacia ellos, mirándolos con curiosidad. De un ágil salto bajó de la roca, posando con suavidad los pies en el suelo.
            Los hombres volvieron, otra vez, a quedarse mudos de la impresión. La mujer que estaba ante ellos no podía ni ser humana. Su cabello, negro como el ébano, se movía de un lado a otro como si estuviera sumergida en el agua, creando un halo a su alrededor. El efecto era tal que su cabellera parecía líquida, no sólida. Su piel relucía de forma extraña, cambiante, hipnótica, como si toda ella fuera una luz palpitante como las que se veían en la distancia. Sus ojos eran negros, tan oscuros que cualquiera diría que eran todo pupila. Había promesas en ellos, muchas promesas… ¿pero promesas de qué, exactamente? ¿Una nueva esperanza, un deseo cumplido… el más funesto de los destinos?
            Sus orejas eran algo más grandes que las humanas y puntiagudas, su sonrisa encantadora y traviesa, blanca y suave como la nieve. Sus curvas apenas estaban tapadas con unos pedazos de tela roja, tapando lo justo, de manera que el increíble tatuaje que lucía su piel quedaba casi completamente a la vista. Era el árbol, que se intercalaba con su piel resplandeciente, con las ramas enredándose en sus brazos y sus raíces haciéndole cosquillas en sus caderas. Caminaba casi como si no lo hiciera, deslizándose con suavidad guiada por algún tipo de melodía que quedaba oculta a oídos de Ulrick y Morn. En sus manos sostenía un laúd hecho de algún material delicado y transparente, tal vez cristal.
            En esta ocasión, Ulrick fue el que se recuperó primero.
               -… ¿Eres un ángel?
            -¿Ángel? Mmm…-Acarició un poco por debajo de su clavícula y las ramas de su tatuaje se estremecieron. Varias se retiraron hasta que una sobresalió del resto. En el árbol real, una de las ramas crujió y empezó a bajar, hasta quedar a la altura del césped. Se extendía bastante, y no podían ver con claridad cuál era el islote con el que conectaba la rama. La mujer señaló en aquella dirección.
            -Si buscáis un mundo de ángeles, ese es el camino. No os preocupéis, no tardaréis tanto como parece. Eso sí, os va a costar adaptaros.
            -¿Qué? No, no, no… espera. No hemos venido aquí buscando mundos de ángeles. ¡Hemos venido a buscarte a ti!- Reaccionó Morn.
            -¿A mí?-Dijo divertida la mujer.
            -¿A ella?- Repitió Ulrick.
            -¡A ella! ¡Ella es el bardo! O bueno, la barda. ¡Es ella!
            -¿Barda?-La mujer sacudió la cabeza.- No, os equivocáis. Es bardo. En mi lengua “bardo” es un concepto demasiado grande para estar restringido por parámetros de “femenino” o “masculino”.
            -Pero estás hablando nuestro idioma.-Objetó Morn.- Lo correcto es “barda”.
             -Quisquilloso…-Masculló Ulrick para sí mismo.
        -Eso es lo que creéis vosotros.-Los observó con detenimiento, caminando a su alrededor. Su mirada bailaba entre la curiosidad y la diversión.- Así que venís buscándome a mí. Esto es nuevo, nunca recibo visitas. O al menos no son para mí.-Se acercó al árbol y acarició su corteza.-Todos eran viajeros que buscaban un nuevo mundo donde vivir.
         -¿Y quién querría vivir en otro mundo que no fuera el suyo?-Preguntó Morn.
        -Te sorprendería.-Respondió apoyándose en la corteza del árbol.- La mayoría están desesperados por abandonar sus respectivos mundos. Por algún motivo no les gusta el mundo en el que les ha tocado vivir, lo rechazan con tanta fuerza en su interior que terminan aquí, aunque no suelen recordar cómo han llegado.-Pasó los dedos distraídamente por las cuerdas del laúd, arrancándole un par de notas tristes y melancólicas.-Yo les ayudo a encontrar un mundo más afín a ellos. Algunos eligen bien, otros no, algunos se alegran de su decisión y otros se arrepienten.
        -¡No me lo puedo creer! ¿Solo les interesan los mundos? Pero tú… ¡tú estás aquí!- Morn hablaba como si aún no se creyese todo aquello.
            -Vaya, gracias.
            -No, quiero decir…-A Morn se le subieron un poco los colores.- ¡Eres el bardo! ¡Tú lo sabes todo!
            -Tanto como todo…
            -No, ¡no! Sabes lo suficiente, lo primordial. Las respuestas que siempre se ha formulado el hombre y que no tenían respuesta. ¡Sabes sobre el principio y el fin de todo! El universo, los mundos…
            Morn sintió la dureza del suelo en su trasero cuando cayó sorprendido al tener de repente a la mujer a pocos centímetros de la cara.
           -Visto así sé muchas cosas. Sé de los mundos-Dijo con sencillez.- pero porque tengo que saber de los mundos.
            -¡Por eso eres el bardo!-Dijo Ulrick al darse cuenta de repente.- Ayudas a los viajeros a elegir. Les cuentas historias sobre los distintos mundos para que puedan hacerlo.
            -Así es.-La sonrisa esta vez fue cálida y amable.-Sé muchas historias y sé contarlas como nadie.
            -¿Conoces alguna de dragones?
            -¿Dragones?-Morn no daba crédito.- ¿Puedes resolver todas las dudas que acaecen al ser humano desde su nacimiento y preguntas sobre dragones? ¡Maldito obseso de las historias raras!
            -¡Un respeto! Que si no es por mi “obsesión” no estaríamos aquí.
            -Así que uno quiere una historia de dragones y otro quiere saber sobre el ser humano... Os complaceré a los dos.
            Ambos le miraron sin comprender. Ella se dio la vuelta con un gracioso movimiento y en un parpadeo estaba de nuevo en la roca, con el laúd preparado.
            -Os contaré la historia de un mundo ya viejo, uno de los primeros en existir, uno donde también hay humanos y donde estos fueron muy lejos con su inteligencia y razón. Demasiado lejos. Desafiaron a la naturaleza como ninguna especie había hecho antes, en su arrogancia, o tal vez incluso aburrimiento, tantearon límites que no debían ser tocados… y los rompieron.-Sus dedos empezaron a acariciar las cuerdas, componiendo el principio de una melodía.- Lo que no existía existió, y lo que debía permanecer inalterable cambió. Las consecuencias no tardaron en llegar, y si algo les cuesta asumir a los humanos son las consecuencias de sus actos. Su respuesta no fue buena, y a punto estuvieron de acabar con su raza y con su mundo. Debieron aprender a organizarse y convivir con su entorno prácticamente desde cero, y ya no eran la única raza inteligente que poblaba su tierra…
            “En esta historia hay dragones, ya lo creo, pero es una historia sobre el alma humana, de sus recovecos más oscuros y la tenue luz de sus esperanzas. Y, como cualquier historia, da igual cuan inverosímil parezca, si sabéis escuchar con atención habréis dado con algunas de las respuestas que tanto ansiáis encontrar. Todo comenzó con una chica que huía por su vida, sin ser consciente aún de que lo que estaba en juego era infinitamente más importante que eso…”