Fue una conferencia
interesante de la que se pueden sacar varias cosas útiles y unas
cuantas reflexiones sobre lo que se hace a la hora de ponerse a
escribir. Lo más destacable, a mi parecer, fue la explicación de su
técnica de escritura. Muy a menudo encuentro conque recomiendan
hacerse esquemas sobre capítulos, uno por uno, teniendo muy claro
qué va a pasar y cuando. Conozco quién lo hace y le va muy bien
pero, sinceramente, a mi me resulta imposible. Así que escuchar de
autores que no lo hacen así, tienen otras maneras y les va bien, es
un alivio. Aprendes otras formas y buscas aquella que se adapte a ti,
aunque confieso que la suya me sorprendió. Que se le ocurra un
título antes que un libro no, ya que a mi me pasa la mitad de las
veces con mis historias, pero empezar un libro por el final lo veo
difícil, como empezar una casa por el tejado sin saber cuales van a
ser sus bases. Aparte, en el libro del que nos habló no hay ni
siquiera un orden cronológico ni entre capítulos.
Un libro escrito así
tiene pinta de ser caótico, pero nada más lejos de la verdad. Según
iba hablando de él me iba dando cuenta de, que a pesar de no seguir
un estilo muy ortodoxo a la hora de escribir, sus componentes no
estaban de lejos puestos al azar. Se vale de la inspiración como
principal pilar para escribir, pero tiene claro lo que quiere
conseguir con ese libro, los temas a tratar, el enfoque que le quiere
dar, los símbolos usados... esa es verdaderamente la unidad del
libro, lo que lo une y desarrolla, pese a que los capítulos sean
fragmentarios.
Toda forma de escritura
esconde su trabajo, pero sea cual sea es importante encontrar una que
se adapte a ti. Se pueden aprender técnicas y demás pero, por mucho
que te esfuerces, si trabajas a disgusto difícilmente vas a
disfrutar lo que haces. Disfrutar de la escritura siempre me ha
parecido importante para la misma y para que salga bien, es algo tan
personal que escribas lo que escribas te involucras en ello, por lo
que forzar lo que se escribe, o cómo se escribe, no me parece
vaticino de un buen resultado. Sobre todo porque si lo haces de
forma que no te gusta, puedes acabar detestándolo y eso sí que no
tiene sentido.
Lección aprendida.
Hablemos de otro tema que me pareció bastante loable. La autora dejó
claro que ella escribía de una manera objetiva, buscando no que el
lector se posicionara a su lado, sino que reflexionara y pensara. Un
libro ha de tocarte muy dentro, hacer que te plantees aquello que
nunca te has planteado, hacerte ver las cosas desde otra perspectiva.
En este caso el tema que plantea (ella lo resumió en tres, pero me
parece que los tres vienen a ser más o menos lo mismo) es el
problema de hacer generalizaciones, hablar por hablar etiquetando en
bueno o malo sin saber, en que las cosas no son simplemente blancas o
negras, hay una infinidad de grises.
Digo loable porque yo
misma pienso que un libro debe ser algo que rompa, que te llegue y se
quede ahí, no un simple placer pasajero. Aparte también por el tema
que trata y la dificultad del mismo, sobre todo buscando ser objetiva
en todo momento, cosa no muy sencilla cuando escribes. Es difícil no
involucrarte personalmente con tus historias y personajes.
Me llamó mucho la
atención la suerte que tuvo con la editorial cuando publicó la
primera vez. Decir “la” y no “las” ya es bastante
sorprendente. Mandó su primer libro a una sola editorial que le
gustaba y la publicaron. Aunque claro, si te paras a pensarlo, no
creo que fuera cuestión de suerte. Quizá una dosis tuviera, pero no
el motivo. Siendo historiadora, y gustándole la editorial, conocía
bien qué publicaba, y trabajando de traductora, sabría también
cómo iba el negocio. Creo que fue una parte de conocimiento, otra de
talento y sí, una pizca de suerte. A fin de cuentas, hay buenas
historias que no se llegan a publicar.
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