lunes, 26 de noviembre de 2012

EJERCICIO DE PIE FORZADO: El remordimiento de Circe





 EL REMORDIMIENTO DE CIRCE


Los dioses no escuchan. No ven, no actúan. Podrían hacer muchas cosas no lo hacen. ¿Por qué lo sé? Porque yo no hago nada. No soy diosa, ni mucho menos, aunque ante ciertos individuos que desgraciadamente pisan la tierra es fácil pensar que los hay que están debajo, a pesar de que esto no es cierto. Todos somos iguales.
No soy diosa, pero poseo un gran poder, al igual que los dioses. Si yo no lo utilizo para ayudar a quien lo necesita, siendo humana, no tiene sentido pensar que los dioses lo hagan. 

Soy capaz de ver los hilos del destino. Puedo verlos, el pasado, el presente... y el futuro. Más aún, puedo manipularlo. El pasado está fuertemente entretejido y es inamovible, el presente rápidamente se convierte en pasado, pero el futuro está listo para ser alterado en un tapiz nuevo, si así se me antoja. 

Hay quién soñaría con lo que yo tengo, lo sé... pero no creo que se imaginen cuan aterrador es tener esto en las manos. Cada persona tiene su hilo, los veo con claridad, y con la misma facilidad que lo veo puedo agarrarlo y cambiarlo. Puedo darle un futuro brillante o uno devastador, puedo atarlo al de otra persona, puedo acortarlo o alargarlo drásticamente. 

Yo, una simple humana, puedo cambiar designios escritos por los mismos dioses. ¿Cómo puedo decidir quién es o no es merecedor de reescribir su destino? Tendré el poder, pero eso no me da potestad para usarlo. No soy más que un dios, y entre mis iguales, seria injusto que yo me creyera con la superioridad moral de decidir cómo discurren sus vidas. Ni tampoco qué sucede en ellas y qué deja de suceder. 

Tengo miedo también de lo que podría llegar a pasar si personas de corazón malvado supieran de mi existencia y trataran de aprovecharse de ella, queriendo usar esta capacidad en beneficio propio y en detrimento de otros. Sin escrúpulos, sin remordimientos.
Al final no uso el poder ni para ver lo que el futuro me depara. No, no es justo. Si nadie más puede hacerlo, yo tampoco.
Por los dioses y las diosas que pueda haber, ¿hago mal en no usarlo nunca, ya sea por mi propio bien o el ajeno? A veces deseo tanto hacerlo... 

Hoy, al llegar a casa, no pude evitar echarme a llorar. Recuerdo que mis padres estaban cerca, puede que preocupados. No estoy segura. La culpa que sentía distorsionaba y quemaba todo lo que había a mi alrededor. 

Lo vi mucho antes de que cruzara la carretera. El hilo de ese chico estaba cortado, no le quedaba mucho de vida. Vislumbré por un segundo la carrocería de un coche yendo a por él. Siempre intento mantener alejada la información de los hilos, pero no siempre lo consigo. A veces me llegan cosas, fragmentos, pero lo suficiente para no querer haberlo visto. 

Miré hacia otro lado. Si cambiaba su hilo, mi obligación hubiese sido cambiar la de todo aquel que en el futuro le aconteciese una desgracia. No podía hacerlo... no puedo hacerlo, demasiada gente en el mundo, y es igual de injusto elegir a unos pocos para cambiar su destino dejando al resto a su merced. 

No tardé en escuchar el frenazo. Después un golpe. Atrópos se había cobrado su víctima. Volví la cabeza y vi ante mí un muñeco con brazos y piernas en ángulos extraños empapado en sangre. Alguien gritó. Hubo quién intentó ayudarle. El sonido de las sirenas hizo acto de presencia. Poco después estaba en casa, en el sofá, con las manos en el rostro. No sé cómo llegué ahí, poco me importa.
Sabía que ese chico iba a morir y no hice nada. 

Dejé que muriera.

¿Cómo pude...?

¿De verdad era lo correcto?

Quien se proclama ignorante y no hace nada es tan culpable como el que actúa consciente de sus actos. 

No sé si fue un dios o un demonio quién me dio este poder, pero pienso que si el diablo no existe, y en consecuencia el hombre lo creó, lo hizo a su imagen y semejanza. Incluso si quiere hacer el bien, si quiere hacer lo correcto, si no quiere caer en la tentación... el mal empaña sus actos. Hoy los míos se han llevado una vida.

Nunca seré capaz de olvidarlo.



lunes, 5 de noviembre de 2012

ESCENARIO: La ciudad

 Esta vez nos han propuesto una serie de escenarios para escribir un pequeño texto que se sucediera en el escenario elegido. Yo me he decantado por una fotografía de una ciudad que aparecia entre lo que nos han dado a elegir.


Una ciudad grande, y a la vez solitaria,  ciudad de edificios intimidantes y pequeños tímidos que se agolpan en sus sombras. El cielo está despejado, pero la sensación que tengo al pasear por estas calles es que ya he pasado por aquí. Ya vengo de aquí y aquí he llegado. Apenas diferencia entre estructuras impasibles por nuestro paso por el asfalto. Decenas de almas transcurren por ellas, pero tampoco se paran a mirar. Ni al cielo, ni al edificio, ni siquiera al que camina a su lado. Todos avanzan como autómatas, demasiado centrados en ellos mismos, demasiado hundidos en sus problemas como para poder disfrutar de cualquier pequeño detalle que pueda haber a su alrededor.
Yo los veo, los observo mientras caminan, dando un paso tras otro en pos de su tumba. No se dan cuenta, persiguen a la muerte e ignoran las pequeñas cosas que pueden darles la vida. Aquella mujer que ha entrado en la peluquería, ¿por qué no se relaja con el masaje que le están dando en la cabeza en vez de meter prisa a la peluquera que la está atendiendo? Veo un hombre cruzar la calle sin mirar, atento solo a su teléfono móvil. ¿Tanta prisa tiene en alcanzar el objetivo final de todo humano que ni se fija en el peligroso silbido de los coches pasando a su lado? ¿y quién es el pobre que escucha sus increpaciones al otro lado de la línea?
Podría cuidarse de volver a la acera sano y salvo. Podría preguntar a su interlocutor, de forma amable, cómo le ha ido el día. Preocuparse por él. Tener una charla amable. Demostrarle y demostrarse que sigue siendo humano, que aún puede sentir algo más que enfado y ansiedad.
Y me marcho, una vez más, a otra calle igual a esta, de nuevo al punto de partida. A mi lado escucho los estruendosos armatostes metálicos, me acompaña la mirada silenciosa de aquellos que todo ignoran, rodeada por los ojos vacuos de quién se a convertido en algo que no es y casi no existe. Me voy, pues tal vez en el siguiente cruce encuentre quién me mire a los ojos y vea.